La historia de las prostitutas del templo se remonta algunos siglos. Eran bien conocidas en la historia fenicia, y aparecen de alguna manera a lo largo de algunas religiones precristianas. La función de aquellas mujeres sagradas en su sociedad era la de enseñar a los jóvenes sobre la sexualidad a una edad apropiada, y para ofrecerse a sí mismas en los rituales sagrados, llevando la encarnación de la diosa a sus fieles (1).
Hay también una historia del opuesto aparente de la prostituta del templo… la virgen vestal, recordada en la historia Romana. Las Vvstales, con cualquier nombre y en cualquier cultura, fueron reverenciadas en gran parte de la misma manera que las prostitutas de los templos. Mientras la Prostituta otorgaba libremente sus favores, la virgen los retenía y nadie se atrevía a violar su carácter sagrado. Una Vestal únicamente tenía que caminar por una plaza de ejecución y el condenado sería liberado, tan sagrada era su persona.
La conexión entre estos dos santos oficios es que en ambos casos las mujeres están siendo adoradas como un ser sagrado por los fundamentos de su sexualidad. Aquellas mujeres sagradas, tanto disfrazadas como prostituta o como virgen, son todavía adoradas en la sociedad actual, aunque de una manera menos obvia.
La sexualidad tiene una forma de ser muy importante en cualquier sociedad. Si es adorada como algo sagrado como en un ritual de fertilidad, o prohibida y tabú como un medio de ejercer el control sobre las masas, parece que los líderes y gobiernos siempre tienen algo que decir sobre nuestras prácticas sexuales. Podría parecer que nuestra moderna revolución social post-sexual habría evolucionado más allá de los fundamentos tribales y el control basado en la superstición de nuestra sexualidad individual, incluso mantenemos todavía los mismos arquetipos de la Prostituta Sagrada y de la Virgen en nuestros puntos de vista de la conducta sexual actual.
La mayoría de las mujeres representan algunos de los atributos de ambos arquetipos para ejercer control sobre los hombres con los que están en contacto diario. Esto incluye relaciones también con amistades y conocidos ocasionales. Un padre ve a su hija como la más perfecta virgen, o como la puta del instituto si ha oído alguna de sus aventuras sexuales. Un marido ve a su esposa tanto como a una prostituta, como a una perfecta virgen, aunque ella ha parido a sus hijos. Un hombre interesado en una mujer con la cual trabaja la verá en un principio como una virgen inalcanzable, entonces tanto como la posibilidad de llegar a ser su amante sea más real, ella se convierte en la sagrada prostituta en su mente. Aquella cuyos favores traerán iluminación y alegría a su mundo.
Las celebridades y las personas más allá de nuestro ámbito inmediato también representan estos arquetipos duales en nosotros. La prostituta sagrada es fácil de identificar. Un concierto de Madonna lo hará. Las reinas de la música rock o las actrices con una especial apariencia son adoradas por los hombres, e incluso por mujeres heterosexuales, como una imagen de un placer hedonista ideal. Una prostituta que uno ve en la esquina de una calle normalmente no alcanza esta sacralidad en las mentes de sus clientes, siendo únicamente el fundamento de la gratificación física mientras su equivalente en la industria del Cine impone respeto a sus seguidores, aunque nunca tengan contacto con ella.
¿Y sobre la Virgen? La respuesta obvia a esto sería buscar en un instituto y ver la atención puesta en unas chicas y no en otras, pero para ver un ejemplo real, un viaje a una clínica abortista está mandado. ¿Ves a esas personas enfrente con pancartas y voces furiosas? La protesta del aborto en nombre de la religión no es otra cosa que el disfraz de la antigua adoración vestal. No es la vida de los no natos lo que reside en el corazón de esta protesta, más vidas se salvarían si sus esfuerzos fueran directamente al rescate de miles de niños alrededor del mundo que padecen hambre, incluso en nuestro propio país.
Es el deseo de ver la cosecha de la virgen caída que ella ha sembrado. No podemos enterrar vivas a '‘mujeres caídas’' [N. del E.: así eran ejecutadas las vestales que rompían su castidad] como hacían en Roma, pero tampoco permitirles escapar del todo de las consecuencias de sus actos. No, esa mujer ha pecado. Debe vivir con las molestias físicas que aparecen con el embarazo, soportar la tortura del parto, y entonces cuando piensa que todo se ha acabado, debe mantener a su hijo y ser una madre soltera trabajadora sin tiempo para cuidar apropiadamente de su hijo, sin dinero suficiente para comprar incluso algo para ella misma de nuevo; o, vivir la desgarradora experiencia de entregarlo a unos extraños, sin saber nunca que podría ocurrirle a este pequeño hijo, siempre querido.
Hay ejemplos menos dramáticos, por supuesto. Hay incluso algunas actrices que nos parecen siempre vírgenes. ¿Quién podría imaginar que Rally Field ha tenido sexo alguna vez? Especialmente aquellos de nosotros que somos lo suficientemente viejos para recordarla en la película The Flying Nun (1967).
A pesar de todo el clamor sobre la igualdad, las mujeres tienen todavía el hábito de dar demasiado de sí mismas en general. Esto puede tomar muchas formas, desde la mujer que mantiene una familia en orden de la manera tradicional, a la mujer profesional quien lleva más tareas de lo requerido para probar que es digna de su puesto de trabajo. Hay también una tendencia en las mujeres a tomar las responsabilidades de organización en los grupos mágicos y para dar mucho de si mismas en el rol de sacerdotisas.
Es la tendencia natural que iguala las mujeres modernas con las prostitutas sagradas de la Historia. La sexualidad en las sociedades occidentales está todavía muy enfocada en la elección de la mujer si otorga sus favores o los retiene. Una mujer en el lugar de trabajo es valorada por sus compañeros masculinos primero por sus fundamentos sexuales y posteriormente por su destreza. Ninguna cantidad de proclamas sobre la igualdad o contra el acoso sexual cambiaran la naturaleza básica del animal masculino. Tanto si el hombre mira a la mujer con respeto o con frustración, incluso en los lugares más recónditos de su mente nos adora como a una diosa, guardianes del fuego sagrado de su lujuria.
Algunos hombres estarían incómodos con este postulado, aunque la afirmación no tiene intención de insultar. No tiene sentido mirar con desprecio a aquellos quienes podrían adorarme.
Yo he hecho algunas presunciones generales respecto a actitudes que hasta ahora puedan no encajar con cada individuo, incluso el hecho sigue siendo que las mujeres son consideradas por los fundamentos de su sexualidad hoy más que nunca. Las mundanas feministas intentaron durante años obtener la igualdad en el trabajo denegando las diferencias que las hace ser mujeres. Ha habido un cambio en esa actitud a lo largo de los años, sin embargo. Las recientes tendencias retratadas en las revistas feministas muestran un despertar del poder único de la mujer. Están apareciendo frecuentemente artículos sobre los diferentes enfoques de las mujeres a tomar la gestión y la autoridad.
Los efectos del culto a la diosa están mostrando en la sociedad en general como las mujeres aprenden a glorificarse en el poder de su sexualidad en vez de denegarlo. Hemos retomado el control de nuestros cuerpos desde los patriarcas quienes buscaban controlarnos a través de la religión y la superstición, y ya como la Prostituta Sagrada de los antiguos, nos damos a nosotras mismas como mejor nos parezca.
En la actualidad, cualquier mujer tiene el poder de ser una diosa.
Traducido por Nemusvirens
(1) Algunos de los conceptos aquí ofrecidos como bases previas pueden parecer muy extraños al profano. Sacerdotisas con atributos sexuales hay desde las primeras civilizaciones humanas. Herodoto, en su obra Historia de ocho tomos, nos cuenta sobre ello desde el requerimiento de la diosa Astarté (Ishtar babilónica) que obligaba a todas las mujeres a ofrecerse a deconocidos a cambio de una donación al templo. En el poema épico de Gilgamesh, una de las obras más antiguas de la historia de la humanidad, es una prostituta sagrada permantente, una hieródula, tal como se la denominaba en Griego, quien humaniza a Enkidu, criado con los animales, mediante el sexo para así hacerle interesarse por la civilización. Estas dos referencias podrían interesarte y siempre son divertidas de leer, pero para una visión sobre estas prácticas en la antiguedad, de danzas y mujeres sagradas o sexo ritual, puedes recurrir a las primeras páginas de introducción histórica de Historia sexual del cristianismo escrita por Karlheinz Deschner.
La tradición de las vestales, dedicadas a la diosa Vesta del hogar (palabra cuyo significado literal es el lugar donde arde la llama controlada que calienta y cocina) es algo que provenía de los tiempos de la Roma más arcaica y que suponía que mujeres (normalmente distinguidas, porque era un honor) sirvieran desde corta edad en el templo donde cuidaban de una llama eterna en honor a la diosa de la que dependía la permanencia de la propia ciudad según la leyenda. Durante los años de servicio vivián casi todo el tiempo recluidas y debían mantener estricto voto de castidad que se extendía incluso a procurar evitar estar en presencia de varones. Es algo bien conocido de la lista de cosas en que nos diferenciamos de los romanos, si bien es cierto que recuerda en gran medida al aislamiento y vida de monjas de clausura, algo mucho más posterior. Podrás encontrar información sobre ello sin problemas en cualquier medio que informe sobre cultura y religión en el Imperio Romano.
Fuentes
Publicado originalmente en la antigua ZDC (Zona de Caos.com) hoy extinta. Escrito por Jaq D. Hawkins y traducido por Nemusvirens. Notas del editor.
Habitantes del Caos es una comunidad abierta a nuevos participantes que quieran colaborar con artículos propios o publicando aportaciones interesantes.
Registrarse